Las distintas Sara Gómez. Recepción crítica de su filmografía a nivel local y las disputas en torno a la raza, el género y la nación

Leí este texto en Cuba después del 59 

Todo empezó en un bar del Harlem celebrando el regreso de las vacaciones doctorales entre un cubano, una peruana y un argentino. Cabrera Infante diría “Tres tristes tigres sentados en un bar”. Uno de ellos comentó que era increíble la obsesión de los americanos por Sara Gómez, conocida como “la primera mujer cineasta afrocubana” (o negra como prefieren decir en Cuba), “la aprendiz del reconocido Tomás Gutiérrez Alea”, “la asistente de la cineasta francesa de la Nueva Ola, Agnès Varda”.

A mí que me interesan esos personajes que casi se convierten en mitos y que son apropiados y disputados, más aún si es una mujer, tomé el primer vuelo a La Habana a meterme en los archivos del ICAIC. Quería entender mejor de qué se trataba este mito. Cuando me preguntaron en el aeropuerto qué hacía una peruana viajando sola a La Habana cometí el desliz de decir, con bastante naturalidad, “vengo a ver los documentales de Sara Gómez en el ICAIC”. No voy a entrar en detalles, pero la historia les pareció inverosímil. “Yo solo vengo a ver cine aquí” repetía mientras me trasladaban al cuarto de radiografías a ver si pensaba mejor lo que estaba diciendo. “Vengo a hacer turismo”, suspiré al final. “Ah, toma tu pasaporte y sigue”, me dijo la guardia de seguridad.

Luego del recibimiento en el aeropuerto, y volviendo al comentario de mi colega sobre la “obsesión” de la crítica extranjera por Sara Gómez, inmediatamente pensé en una variante de los “intrusos en el paraíso” de los que habla Juan Antonio García Borrero (2015), en referencia a los creadores, intelectuales y artistas que viajaron a Cuba en los años 60s buscando la supuesta materialización de la “utopía comunista” que, sobre todo en Francia y los movimientos de liberación nacional en las colonias francesas, se iba proclamando en medios para alivio de algunos y terror de otros ¿Qué lugar tiene Sara Gómez en este supuesto paraíso? ¿Qué han dicho sobre ella, sobre su legado? ¿Cómo se la ha institucionalizado?

Pero yo, cuando pienso en Sara Gómez, no puedo evitar pensar en ciertas similitudes y abismales diferencias con Carolina María de Jesus, celebrada por un sector minoritario de la crítica latinoamericana como “la primera escritora negra favelada del Brasil”. Al igual que Sara, surgió como autora en los 60s. Al igual que Sara, tuvo tres hijos. Al igual que Sara es la mujer negra que hace historia, que trasciende a través del arte y que, sin tapujos,  revela una mirada crítica sobre la realidad social y una conciencia histórica y política del devenir de su raza en un contexto de cambio y transición. Al igual que Sara Gómez, De Jesus falleció a inicios de los años 1970s.  Todos estos son solo datos biográficos, pero desde un punto de vista feminista, lo privado y lo público no se separan. Todo lo contrario, me informan de un proyecto ético y estético común.

A diferencia de Carolina de Jesus, la crítica dentro y fuera de Cuba institucionalizó el nombre de Sara Gómez como la primera cineasta cubana. Me interesa aquí entender los puntos de vista, los marcos de referencias y las inclinaciones políticas que la llevaron a sobrevivir en los circuitos más académicos. Hablar de Sara Gómez es, en realidad, más que solo hablar de ella y su breve filmografía. Es también hablar de lo que fue o pudo ser la línea cultural del ICAIC en los años 60s. Es hablar de la apropiación de su obra por agendas culturales tan variadas como disímiles.

En general, cuando se habla de sus documentales, la temprana crítica de los 70s, foránea o local, coincide en destacar tres puntos: su vanguardismo en el uso estético de ciertos recursos visuales, mezcla de documental y ficción su entusiasmo por documentar el proyecto de la revolución en sus inicios y el nacimiento de una conciencia de género. Tres líneas que, en realidad, resuenan con su tiempo, los revueltos años 60: las izquierdas más “modernas” y juveniles que proclamaban la lucha de los desclasados, así como las luchas feministas en Europa y Estados Unidos. Sin mencionar que mientras Gómez apenas filmaba esos documentales ensayísticos para la Enciclopedia Popular para el recién fundado ICAIC, ya Tomás Gutiérrez Alea arrasaba con Memorias del subdesarrollo (1968) y Nicolás Guillén Landrían ofrecía unos documentales experimentales abiertamente críticos. Solo por mencionar a los cubanos. En el escenario internacional, Chris Marker y Jean Rouch ofrecían al mundo documentales de la posguerra en Europa y Agnes Varda ya definía su propia mirada irónica sobre la mujer en el cine. Pero Sara Gómez, mujer afrocubana, estaba ahí, en medio de ese huracán cinematográfico dentro y fuera de una Cuba en transición. Recién en 1974, luego de acumular cierta experiencia, la cineasta se embarca en su primer y único largometraje de ficción (De cierta manera). Si en sus cortometrajes ya mostraba un interés por asomarse al problema de la desigualdad que la revolución supuestamente remediaría, en este largo de ficción se lanza de lleno a desenmascarar no solo la desigualdad, sino también el racismo y el machismo como lastres que arrastra la sociedad cubana desde la colonia.

Así, la trilogía alrededor de la Isla de la juventud y el largometraje De cierta manera destacan no solo es por las fronteras borrosas entre documental y ficción, ni por sus encuadres vanguardistas, sino sobre todo porque Gómez fue la primera en ofrecer una mirada afilada y personal sobre los problemas que traían el racismo y machismo en Cuba, y los retos que estos implicaban para el gobierno de la revolución.

Sin embargo, según he podido observar, fijarse en el racismo y el machismo como temas vinculados y centrales en su filmografía marcan el punto de quiebre de las agendas culturales de la crítica del 70 y 2000.  Ahí, en esa diferencia en torno al problema racial directamente vinculado con las causas del marginalismo también subyace la negación entre los intelectuales cubanos entre darle o no crédito a Gómez. Por un lado, la crítica del 70 prefiere resaltar el problema del racismo como una serendipia, casi un chispazo intelectual nunca intencional por parte de Sara Gómez.

Para ejemplificar esta forma de crítica vacilante, me interesa citar las palabras de Rigoberto López, quien en una entrevista concedida a María del Carmen Mestas el año 1977, en la revista Romances, dijo que “Sara Gómez no se lo propuso, pero dejó una huella”. Luego simplificó así el logro de la cineasta:

Quien se acerque a la obra documental de Sara y, por último, a su primer largometraje, va a encontrar la coherencia de la personalidad de la artista en desarrollo, la personalidad de alguien que ha ido conformando sus intereses vitales, que eran los de nuestra cultura, la historia de la cultura cubana, el mestizaje cubano. Esto es lo que da vida a su personalidad artística y a su propia obra (Cit. en García Yero 243).

Encasillar la filmografía de Gómez bajo el rótulo de “cine cubano” prácticamente la absolvió de la desaparición, aunque ello le costara la disolución de ciertas ideas críticas sobre el machismo y la discriminación racial que en sus documentales se exponen. Esta negociación con la crítica se observa también cuando una de las reseñas de De cierta manera, publicada en la revista Bohemia en los 70, se escribe lo siguiente:

aunque el film peligra en arrojarse, en una de sus escenas, a los pies del populismo, logra sin embargo evadirlo y consigue, como muy pocas realizaciones del cine cubano, una genuina muestra dramática del principio de identidad cultural, tan necesario en la caracterización de un arte revolucionario (Bohemia La Habana 11/77).

Gómez pertenece a la revolución, o al menos a la identidad revolucionaria, parecen admitir sus críticos, mientras no salte esa línea “populista” ¿qué cuenta como populismo en un proyecto nacional que busca la nueva identidad cubana desde puntos de vista patriarcales y eurocéntricos? ¿Acaso mostrar la discriminación racial vinculada a la discriminación de género supondría desbordarse en populismo?

Rigoberto López ya titubeaba entre darle el reconocimiento a Gómez o resumir sus aciertos como parte de “la historia de la cultura cubana”. El discurso del mestizaje como solución y unificación de las diferencias raciales e inequidades permaneció como una narrativa oficial entre la intelectualidad cubana. Más aun, el filme de Gómez cae como la piedra sobre un vidrio muy frágil desde el cual se ha construido el discurso de la revolución como un hecho definitivo y “unificador”.

Otro sector de la crítica, cerca de los años 80s, le concedería a Sara Gómez el crédito de representar “las contradicciones de la sociedad cubana”, siempre equiparándola con una etnógrafa o científica social que alecciona sobre los problemas de clase que enfrentaba Cuba antes de la revolución, evitando hablar de otras disparidades abismales que Gómez muy bien captura en sus documentales cortos y finalmente explora a fondo en su película De cierta manera el año 1974. Por ejemplo, la tendencia de la crítica a censurar su feminismo queda reflajado en el comentario de Gerardo Fullera de Gómez a propósito de una compilación de cine cubano en Coordenadas del Cine Cubano (2001):

Debemos dejar aclarado ahora algo más: ella no era una feminista a ultranza […] Y algo más, le gustaba el “ambiente”, o sea los llamados círculos populares de la ciudad, donde se sentía en su salsa, allí donde se daban las manos los marginales con los obreros, el negro vozalón con el blanquito guaricandilla, el santero con el católico. Y cualquier otra clase de liga humana, mal vista por las “personas decentes”. (cit. en García Yero 190-191)

Estos puntos ciegos no eran exclusivos de la crítica local cubana, sino que se reproducían también, por ejemplo, en la prensa estadounidense. En The Washington Post se describió la película en los siguientes términos el año 1984: “In this film, Gomez…uses fiction and nonfiction, and professional actors, and amateurs to explore the interconnected issues of slum clearance, the rearrangement of male/female relationships, juvenile delinquency and old tribal religions “(The Washington Post July, 24, 1984). Otra vez, ninguna mención al carácter crítico de un film donde los afrocubanos encarnan la marginalidad misma en distintos sentidos: económica, religiosa, educativa y social.

La crítica que ignora el racismo inherente en la sociedad cubana como raíz de la marginalidad encuentra su contraparte a partir del año 2000, cuando distintas intelectuales vuelven a escribir sobre las películas de Gómez, esta vez para asumir su postura abiertamente feminista y antirracista. Por ejemplo, la crítica Olga García Yero dice sobre la película de Gómez:

Un film como De cierta manera es una resultante no ya solo de una determinada mentalidad, sino también de una época cultural de la cual Sara Gómez fue partícipe. La situación racial en la Cuba de esos momentos no era, ni por asomo—como tampoco lo es hoy—un problema solucionado […] Hay que señalar, además, que los estudios antropológicos insulares surgen vinculados de un modo u otro con este tan difícil tópico, relacionado directamente con la consolidación de la nacionalidad (García 241-242).

Lo que en el discurso de la crítica local de los 70 era visto como ejemplo de la “identidad cubana mestiza” en los 2000s es actualizado como un problema irresuelto de la identidad cubana, problema que no se resuelve en ningún tipo de mestizaje ni transculturación.

Para terminar, resulta interesante que, al reactualizarse inevitablemente un punto de vista feminista y antirracista, Sara Gómez se consolida como la insigne primera mujer del cine cubano y la primera mujer afrocubana en ocupar espacios académicos de lectura y relectura. Gómez estaba consciente, muy tempranamente, de que la revolución cubana, como idea o como acción, no haría nada solo por el hecho de ocurrir o acontecer. El trabajo interno, el trabajo con las subjetividades sería el gran reto del siglo. Esa mirada sobre la subjetividad y la agencia del individuo solo ocurriría, según sus documentales y testimonios, en un largo proceso de disolución de las taras racistas y patriarcalismos feudales. De hecho, para Sara Gómez, el triunfo de la revolución se mediría en función de la apertura que este proceso tuviera sobre el respeto y tolerancia a las distintas subjetividades, hecho que, la historia prueba, aun no termina por ocurrir.